El joven abogado que puso en un aprieto a Hitler

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La mañana del 5 de febrero de 1938, en el Campo de concentración de Dachau, los presos recién levantados que acudieron a asearse a los lavabos comunitarios se encontraron con la desagradable imagen del cuerpo sin vida de Hans Litten, quien colgaba del techo con una soga atada al cuello.

Era un suicidio que la mayoría de los allí presentes sabían que ocurriría tarde o temprano. Un acto que ponía fin a siete años de auténtica pesadilla y constantes torturas que recibió sobre todo en los últimos cinco, desde que en 1933 los nazis asumieron el poder absoluto en Alemania y Litten fue encerrado.

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Pero el motivo principal por el que Litten fue encerrado, y pasó un lustro yendo de un campo de concentración a otro recibiendo atroces palizas, no fue su ascendencia judía por parte de padre, ni tan siquiera sus convicciones políticas, que eran claramente comunistas… la causa por la que sus últimos años se convirtieron en un infierno fue el citar e interrogar a Adolf Hitler durante el juicio que se celebró el 8 de mayo de 1931 en Berlín contra dos jóvenes militantes nazis de las Sturmabteilung (SA) , quienes habían sido acusados de participar en un ataque violento en la sala Eden Palace donde se registraron varios fallecidos y un gran número de heridos de ideología izquierdista.

Hans Litten era uno de esos jóvenes abogados que, con tan solo 27 años, tenía un gran e innato talento para defender causas indefendibles y el hecho de llamar al estrado al emergente líder de los nazis se convirtió en todo un reto personal, profesional y político. Muchas fueron las trabas legales con las que topó cuando planteó al tribunal el citar a Hitler con el fin de obligarle a declarar como testigo y así demostrar el estrecho vínculo que existía entre la jefatura del Partido Nacionalsocialista, los miembros de los camisas pardas y la violencia extrema que éstos llevaban utilizando en los últimos meses contra todo aquel que no profesaba dicha ideología.

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A lo largo de tres horas, un valiente Litten puso a Hitler en uno de los mayores aprietos de su vida, siendo interrogado de forma magistral por el joven abogado. Provocó que el líder de los nazis dudase en muchas de sus respuestas, por lo que tuvo que consultar en infinidad de ocasiones con sus asesores legales que allí le acompañaban. Lo hizo sudar, perder los nervios en más de una ocasión e incluso encolerizarlo.

Pero Litten no contaba con el apoyo total del tribunal, cuyos miembros no habían visto con buenos ojos que citase a declarar a Hitler, por lo que en un momento dado el propio juez dio por terminada la comparecencia, momento que aprovechó el líder nazi para hacer un alegato político que arengó a gran parte del público presente

REVOLUCIONES CIUDADANAS PARA CAMBIAR

Muchas han sido las ocasiones en las que la Historia nos ha mostrado momentos en el que personas anónimas han emprendido revoluciones ciudadanas con el fin de cambiar y mejorar las cosas de su país.

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Hechos como el ‘mayo del 68 francés’ o más recientemente la ‘primavera árabe’ son claros ejemplos de esos movimientos organizados y protagonizados en su mayoría por jóvenes estudiantes que no estaban de acuerdo con cómo se estaba haciendo las cosas desde arriba y que salieron a la calle para protestar e intentar cambiarlas.

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Parece algo impensable por la represión tan atroz que hubo contra todo aquel que no fuese fiel a las ideas del régimen pero, durante el tiempo de la Alemania nazi, también existieron grupos de jóvenes estudiantes que intentaron cambiar las cosas, organizándose para acabar con los estragos que Hitler y el nazismo estaban haciendo en el país.

Fue en junio de 1942, en el que cinco jóvenes cristianos decidieron crear un grupo de oposición llamado ‘La Rosa Blanca’ con el que pretendían, a través de protestas cívicas y pacíficas, acabar con el régimen totalitario de Adolf Hitler, quien había llevado a Alemania a una guerra mundial y estaba cometiendo un genocidio, acabando con la vida de todo aquel que no pensaba como él y era de su raza o religión.

La multicopista que utilizaron en La Rosa Blanca se expone en un museo (holocaustresearchproject)Los hermanos Hans y Sophie Scholl quizás fueron dos de sus integrantes más destacados, pero no podemos olvidarnos de otros componentes, llamados Christoph Probst, Alexander Schmorell y Willi Graf, junto al profesor de la Universidad de Múnich Kurt Huber, quien les dio todo el apoyo en su lucha pacífica por cambiar el gobierno y hacer entrar en razón a los millones de alemanes que apoyaban al nazismo.

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Tenían muy claro que la revolución debía comenzar por los propios estudiantes y compañeros de facultad, de ahí que gran parte de su lucha y campaña la llevasen a cabo desde la universidad.

Durante ocho meses estuvieron muy activos, imprimiendo folletos que repartían entre los estudiantes o realizaban pintadas furtivas en los muros a horas intempestivas. Una lucha social que aunque contaba con numerosos apoyos, éstos se mantenían a la sombra ante el miedo que sentía la gente hacia las represiones que pudieran padecer por parte de los miembros de la Gestapo.

Los cinco jóvenes se reunían clandestinamente y escribían con una máquina las consignas en contra del nacionalsocialismo y en los que exigían el final de la absurda guerra y acabar con la deportación de judíos. Después realizaban las copias que se convertían en los panfletos que distribuirían entre los estudiantes universitarios e incluso que enviaban por correo postal, de forma anónima, al domicilio particular de miles de ciudadanos.

En ellos denunciaban todas las atrocidades que se estaban cometiendo desde el gobierno, tanto en Alemania como en la guerra y los países ocupados. Se pedía a los trabajadores de las fábricas de armamento sabotear la cadena de producción, así como boicotear a los medios de comunicación nazis y los actos públicos.

Monumento en Múnich en recuerdo de La Rosa Blanca (Wikimedia commons)Pero el 18 de febrero de 1943 fue una fecha fatídica para los planes de los componentes de La Rosa Blanca. Mientras se encontraban dejando panfletos subversivos en la Universidad de Múnich, Sophie y Hans Scholl fueron interceptados por un bedel que pertenecía al partido nazi y que, tras retenerlos, dio aviso a los miembros de la Gestapo.

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Los jóvenes fueron detenidos y, tras horas de torturas, se decidió realizar un juicio rápido en la Corte Popular de Alemania, siendo condenados a morir en la guillotina, una ejecución que tuvo lugar el día 22 de aquel mismo mes.

El resto de compañeros, junto al profesor Huber, fueron detenidos posteriormente, teniendo el mismo destino. Recientemente se ha conmemorado el 70 aniversario de estos trágicos sucesos.

Muchos son los homenajes y monumentos que se han hecho en memoria y honor de estos jóvenes valientes que se organizaron y lucharon para acabar pacíficamente con el nazismo.

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MUECA

Fuentes de consulta: holocaustresearchproject / weisse-rose-stiftung

 

Una de las pocos fotos de Hans Litten (fotograma tomado del docudrama The Man Who Crossed Hitler)Adolf Hitler juró no olvidar la afrenta a la que lo había sometido Hans Litten, asegurando que éste pagaría muy caro el agravio al que lo había sometido. Y así fue. A partir de entonces no hubo un solo día en el que el nombre del abogado no saliese publicado en alguno, de los cada vez más, periódicos que apoyaban a los nazis.

Aunque no solo la prensa echaba pestes de Litten. Se encontró con numerosas pintadas en su contra en los alrededores de su casa y raro era el día que no se cruzasba con algún camisa parda que lo provocaba, insultaba e incluso llegaba a escupirle tras espetarle un sonoro ‘¡cerdo judío!’.

Los nazis estaban esperando un movimiento en falso del abogado para poder tener la excusa perfecta para encerrarlo en un campo de concentración y ese día llegó el 28 de febrero de 1933, cuando fue detenido acusado de participar en el incendio del Reichstag la noche anterior. Ese acto, con el que nada tuvo que ver, sirvió como pretexto para apresarlo, llevarlo a comisaría y torturarlo durante largas horas. Después de ahí fue enviado al campo de concentración de Sonnenburg y a lo largo de los siguientes cinco años pasó por unos cuantos más, donde se ensañaban diariamente con él con una brutalidad extrema.

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A lo largo de aquellos años varios fueron los intentos de fuga de Litten, los cuales iban fracasando uno tras otro y tras cada intentona las palizas y torturas que recibía eran cada vez mayores, por lo que vio como única salida el suicidio, que también probó sin éxito en algunas ocasiones pero que pudo llevar a cabo finalmente la madrugada del 5 de febrero de 1938, ahorcándose en las letrinas.

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Fuentes e imágenes: chetyod / The Man Who Crossed Hitler

Fuente que utilizo:

http://es.noticias.yahoo.com

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